Al principio esbocé algunas historias de la antigüedad sobre determinadas patentes y privilegios otorgados por reyes a sectores de la corte o la población. Y podemos aseverar que los derechos de propiedad intelectual y/o las patentes tienen un pasado manchado.

    Originalmente, las patentes y los derechos de autor eran concesiones de un puro y simple privilegio monopolístico. A una imprenta le podía ser atribuido un “derecho de autor” por decreto real, lo que significaba que solo tenía permiso para imprimir libros o periódicos en un distrito concreto.
    No había presuposición de que el derecho de autor se originaba del autor per se. De forma similar, a aquellos con influencia política le podía ser otorgada una “patente”, ej: un monopolio exclusivo sobre una mercancía, independiente de haber tenido algo que ver con su invención. Los derechos de propiedad intelectual tuvieron su origen en el privilegio estatal o gubernamental y en el proteccionismo gubernamental, no en el recelo de proteger los derechos de los creadores en relación a los frutos de sus esfuerzos. Y la abolición de patentes fue uno de los slogans de los “Levellers” del siglo XVII (posiblemente los primeros libertarios).
    Entonces, por sí solo no demuestra que hay algo malo con los derechos de propiedad intelectual como nosotros los conocemos hoy en día. Un pasado desagradable no es un argumento decisivo contra cualquier fenómeno o injusticia; muchas cosas útiles y valiosas surgieron de inicios sospechosos, como por ejemplo el internet, del militar.
    Pero el hecho de que los derechos de propiedad intelectual originaron de la opresión estatal debe al menos hacernos sonar alarmas en nuestro cerebro y ser muy cautos antes de poder adoptarlos.

    RAZONES ÉTICAS
    Éticamente, los derechos de la propiedad privada de cualquier tipo tienen que ser justificados como extensiones del derecho de los individuos de controlar sus propias vidas. Así, cualesquiera supuestos derechos de propiedad que estén en conflicto con esa base moral – como por ejemplo el “derecho” de poseer esclavos – son inválidos.
    Los derechos de propiedad intelectual fallan al pasar esa prueba de anti-servidumbre. Hacer cumplir leyes de derechos de autor, así como leyes semejantes, es prevenir a las personas de hacer un uso pacífico de la información que ellas poseen. Si te has topado con información de forma legítima (digamos, al comprar un libro), entonces ¿sobre que base te pueden impedir usarla, reproducirla o intercambiarla? ¿No sería eso una violación de la libertad de expresión y prensa?


    Se puede debatir que la persona que originó la información merezca derechos de propiedad sobre ella. Pero la información no es una cosa concreta que un individuo pueda controlar; es una idea universal, existiendo en las mentes y en las propiedades de otras personas, y sobre esas el creador no tiene legítima soberanía. Tu no puede poseer información sin poseer a otras personas. Punto y pelota.

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